octubre 29, 2011

Historia para el Tiempo para Compartir de Mañana...

MENSAJE DE PRESIDENTE MONSON DE LA LIAHONA NOV 2003 ACERCA DE BEN Y EMILY FULLMER

Quisiera contarles una historia más bien privada pero de feliz resultado de mi propia experiencia.
Cuando era obispo, me preocupaba por los miembros inactivos, los que no asistían ni tenían cargos. Pensaba en ello el día en que pasaba por la casa donde vivían Ben y Emily Fullmer. Los achaques de su avanzada edad les habían hecho retirarse de la actividad al refugio de su hogar, aislados, apartados, separados de la corriente del diario vivir y de todo trato social. Ben y Emily no habían ido a la reunión sacramental desde hacía años. Ben, que había sido obispo, se sentaba constantemente en la sala de su casa a leer y a aprender de memoria el Nuevo Testamento.
Me dirigía desde mi oficina de ventas que estaba en el centro de la ciudad a la planta situada en “Industrial Road”. Sin saber por qué, había conducido el coche por la vía “First West”, una calle que nunca había tomado antes al ir a la planta. Entonces sentí la inconfundible inspiración de estacionar el auto y visitar a Ben y a Emily aun cuando iba en camino a una reunión. No hice caso de la impresión al principio y seguí conduciendo dos calles más; pero cuando volví a sentir la misma impresión, regresé a su domicilio.
Era una tarde soleada de entre semana. Me dirigí a la casa y llamé a la puerta. Oí ladrar al perrito fox terrier cuando me acercaba. Emily salió entonces y, al verme, exclamó: “Todo el día he esperado oír sonar el teléfono; pero no ha sonado. Esperaba que el cartero me trajese una carta, pero sólo trajo facturas. Obispo, ¿cómo sabía usted que hoy es mi cumpleaños?”
Le respondí: “Dios lo sabe, Emily, porque Él la ama”.
En la quietud de la sala, dije a Ben y Emily: “No sé por qué fui conducido a su casa hoy, pero nuestro Padre Celestial lo sabe. Arrodillémonos a orar y preguntémosle por qué”. Oramos y recibimos la respuesta. Cuando nos pusimos de pie, dije al hermano Fullmer: “Ben, ¿quisiera ir a la reunión del sacerdocio, en la que se reunirá todo el sacerdocio, para contar a los jovencitos del Sacerdocio Aarónico de la ocasión que usted me refirió cuando yo era un muchacho, de cuando usted y un grupo de muchachos iban al río Jordan a bañarse un domingo, y usted sintió que el Espíritu le indicaba ir a la Escuela Dominical, y lo hizo, y que uno de los chicos no obedeció al Espíritu y se ahogó aquel domingo? A nuestros muchachos les gustaría oír su testimonio”.
“Lo haré”, me dijo.
Entonces dije a la hermana Fullmer: “Emily, sé que tiene usted una hermosa voz. Mi madre me lo ha dicho. La conferencia de nuestro barrio se efectuará en unas pocas semanas más. ¿Se uniría usted al coro e iría a la conferencia del barrio para cantar, quizás, un solo?”
“¿Qué himno habrá que cantar?”, me preguntó.
“No lo sé”, le dije, pero me gustaría que usted lo cantara”.

Ella cantó. Él se dirigió al Sacerdocio Aarónico. Muchos se alegraron con el regreso a la actividad de Ben y de Emily. Rara vez faltaron a una reunión sacramental desde ese día en adelante. Se había hablado el lenguaje del Espíritu. Se conmovió el corazón de personas y se salvaron almas. Ben y Emily Fullmer habían vuelto a casa.