octubre 12, 2009

Sed de Buen Animo Mi nochie de Hogar ^^

Sería fácil desanimarnos y perder la fe en cuanto al futuro —o incluso tener temor de lo que pueda venir— si sólo nos concentráramos en lo que está mal en el mundo y en nuestra vida. Sin embargo, hoy quisiera que nuestros pensamientos y nuestras actitudes dejen de lado los problemas que nos rodean y se concentren en las bendiciones que tenemos como miembros de la Iglesia. El apóstol Pablo declaró: “…no nos ha dado Dios eio”

Ninguno de nosotros pasa por esta vida sin problemas ni desafíos, y a veces tragedias e infortunios. Después de todo, en gran parte estamos aquí para aprender y progresar como resultado de esos acontecimientos. Sabemos que habrá ocasiones en las que sufriremos, lloraremos y estaremos tristes; no obstante, se nos ha dicho: “Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo”

¿Cómo podemos tener gozo en la vida a pesar de todo lo que enfrentemos? Cito otra vez de las Escrituras: “Sed de buen ánimo, pues, y no temáis, porque yo, el Señor, estoy con vosotros y os ampararé”

Encontraron consuelo en las palabras del Señor: “…en el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”


La vista del hermano Mulipola había sido normal hasta que un día, mientras trabajaba en una plantación de piña, repentinamente la luz se volvió oscuridad y el día una noche perpetua. Se encontraba deprimido y abatido hasta que conoció las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo. Ajustó su vida conforme a las enseñanzas de la Iglesia, y de nuevo sintió esperanza y gozo. Pidió una bendición, y yo tuve el privilegio, junto con otro hermano que poseía el Sacerdocio de Melquisedec, de darle esa bendición. Al concluir, noté que de sus ojos sin vida caían lágrimas que le rodaban por sus morenas mejillas y que al final le caían sobre su ropa tradicional. Se puso de rodillas y oró: “Oh Dios, Tú sabes que estoy ciego. Tus siervos me han bendecido para devolverme la vista. Ya sea que en Tu sabiduría vea luz u obscuridad todos los días de mi vida, estaré eternamente agradecido por la verdad de Tu Evangelio que ahora veo y que le da luz a mi vida”Pensé en el mensaje del Maestro: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”,cada uno de nosotros tiene esa luz. No se nos ha abandonado para caminar solos, por más oscura que sea la senda.


La desesperación la consumía. Sólo le quedaba la bebita, que también desfallecía. Por fin, al llegar al final de su jornada, la pequeña murió en sus brazos. Ya no tenía la cuchara, así que hora tras hora cavó con las manos una sepultura en la tierra helada. Su dolor era insoportable. ¿Cómo era posible que estuviera arrodillada en la nieve junto al sepulcro de su última criatura? Había perdido a su esposo y a todos sus hijos; había dejado sus bienes terrenales, su hogar e incluso su tierra natal.

En ese momento de agobiante pesar y total desconcierto, sintió que el corazón literalmente se le quebraría. En su desesperación, pensó en cómo podría acabar con su propia vida como lo hacían tantos de sus compatriotas. ¡Qué fácil sería saltar de un puente cercano, pensó, o arrojarse frente a un tren en movimiento! Y entonces, mientras la invadían esos pensamientos, algo en su interior le dijo: “Ponte de rodillas y ora”. Ella no hizo caso a la impresión hasta que ya no la pudo resistir más. Se arrodilló y oró con más fervor que nunca:

Querido Padre Celestial, no sé cómo seguir adelante. Ya no me queda nada, salvo mi fe en Ti. Padre, en la desolación de mi alma, siento una gran gratitud por el sacrificio expiatorio de Tu Hijo Jesucristo. No logro expresar adecuadamente mi amor por Él. Yo sé que debido a que Él sufrió y murió, yo viviré de nuevo con mi familia; que debido a que Él rompió las cadenas de la muerte, veré de nuevo a mis hijos y tendré el gozo de criarlos. Aunque en este momento no tengo deseos de vivir, lo haré, para que nos volvamos a reunir como familia y, juntos, regresemos a Ti”.

Poco después, en una reunión de la Iglesia, dio un glorioso testimonio, en el que afirmó que, de toda la gente aquejada de problemas en su triste país, ella era una de las más felices porque sabía que Dios vivía, que Jesús es el Cristo, y que Él murió y resucitó a fin de que viviésemos de nuevo. Testificó que sabía que, si seguía fiel y leal hasta el fin, volvería a reunirse con los seres que había perdido y recibiría la salvación en el reino celestial de Dios aquellos que han creído en [Él], quienes han soportado las cruces del mundo… éstos heredarán el reino de Dios… y su gozo será completo para siempre”

Aunque las nubes se arremolinen, aunque las lluvias desciendan sobre nosotros, nuestro conocimiento del Evangelio y el amor que tenemos por Nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador nos consolarán y nos sostendrán, y darán gozo a nuestro corazón al caminar con rectitud y guardar los mandamientos. No hay nada en este mundo que pueda derrotarnos.

Mis queridos hermanos y hermanas, no teman. Sean de buen ánimo. El futuro es tan brillante como su fe.

Thomas Spencer Monson.